¡A mi hijo le pegaron! ¡Mi hija empujó a un compañero!

Los niños pequeños producen una ternura infinita, no hay quien no se enternezca con su mirada fresca, su dulzura, su forma de hablar y hasta los pasos que dan al caminar. Sin embargo, hay etapas en sus primeros años de vida donde, por ejemplo, producto de la frustración, al probar límites, buscando efectos ante sus acciones o simplemente intentando jugar, terminan golpeando, empujando, mordiendo o tirando el pelo a un compañero. Estos comportamientos desadaptativos se consideran normales en la primera infancia, sin embargo, los padres y los adultos que los acompañen deben supervisar y evitar la ocurrencia de estas conductas.

¿Es normal que mi hijo pegue, empuje o muerda?

Muchos padres se preguntan alarmados si es normal que sus hijos pequeños peguen o https://faros.hsjdbcn.org/es/node/1781 muerdan a otros niños o incluso a ellos u otros adultos. Para responder a esta pregunta hay que tener en cuenta algunos factores como la edad del niño y el contexto en el que ocurre ese comportamiento. 

Es completamente normal que aparezca alguna forma de agresividad entre los 2 y los 4 años, ya que en esta edad el niño tiene muy poca tolerancia a la frustración, es decir, se enoja cuando las cosas no ocurren como desearía. Nadie podría culpar al niño por esto, dado que es parte del crecimiento. Como en esta edad los niños no dominan aún el lenguaje, manifiestan su frustración pasando a la acción, ya sea llorando, gritando, con pataletas, pegando, mordiendo, etc.

Todas estas acciones se dan en relación con otros, es decir, en relación con sus pares. Si uno quisiera evitar que nuestro hijo de vez en cuando sufra alguna de estas acciones,  deberíamos dejarlo en casa y sin contacto con pares, lo que no es una alternativa en la infancia.

Todos estos golpes, mordidas o rasguños se dan en la edad de ingreso al jardín infantil. Esto porque empiezan a interactuar socialmente, son más curiosos, se mueven con más seguridad, defienden sus intereses y de forma lógica surgen los primeros conflictos.

¿Cómo deberían responder los adultos?

Con el niño agredido: contenerlo, decirle que no corresponde que nadie le haga nada. También, dependiendo de la edad del niño que lo agredió, decirle que el niño que lo agredió esta aprendiendo que lo que hizo no se hace. Dejarlo que se desahogue, que se muestre molesto o triste y validar su emoción.

Con el niño que agredió: recordar que muchas veces él también de cierta forma se siente victima, dado que pegó porque quería saltarse un turno, arrebatar un juguete y esta en vías de aprender que eso no se hace (algunos niños aprenden antes y otros después). Por tanto, debemos enseñarle con una actitud firme. Lo primero es detener la situación en el acto, decirle que lo que hizo no se hace y mostrarle la consecuencia de lo que hizo. Se le dice que es necesario que respete el turno, indicarle que, si quiere algo, una opción es pedir ayuda a un adulto. 

¿En que nos fijaremos para saber si hay que pedir ayuda a algún especialista?

En la frecuencia de los hechos, la edad del niño que agredió, en qué contexto ocurrió el hecho.

¿Qué factores pueden influir a que un niño reaccione de forma desadaptativa a la frustración?

Variables personales: niños pequeños, con poco autocontrol, escasa tolerancia a la frustración, escasez de lenguaje, signos y síntomas de cuadros como ansiedad, hiperactividad, impulsividad, enfermarse con algún virus hace que estén menos tolerantes, mal dormir, entre otros.

Variables familiares: niños expuestos a situaciones difíciles en el ámbito familiar como la separación de sus padres, pérdida de trabajo en alguno de los padres, estrés familiar, enfermedades, el uso de métodos disciplinarios no adecuados para la edad (hacen que el niño acumule más frustración) fallecimiento de un familiar, entre otros.

Variables ambientales: acceso a contenidos en pantallas no adecuados para la edad que   influencian su comportamiento y modo de afrontar las situaciones frustrantes. Compartir con niños más grandes que no tienen comportamientos adecuados.

¿Cómo  actuar para reducir estas conductas no deseadas?

  • Lo primero es comprender que los niños están creciendo y todos aprenden a distinta velocidad. Será muy relevante predicar con el ejemplo, es decir, los adultos en su entorno inmediato deben mostrar equilibrio en las situaciones estresantes, los niños nos ven y copian.
  • No ser indiferente a sus ataques. Si muerde o pega a otro niño, debemos intervenir, separarles y con actitud firme llamarles la atención por su actitud inadecuada ¡Eso no se hace! La palabra debe acompañarse del gesto. Es necesario que comprenda que no se debe pegar o morder porque hace daño a los demás. La disculpa se requiere solo cuando hay más conciencia de lo hecho, dado que no queremos que sea una actitud vacía en el futuro, más bien queremos ver niños, adolecentes o adultos que se disculpan conscientes y sintiendo lo que hacen (en otro articulo me referiré a eso).
  • En el caso del niño agredido, es relevante dejarle espacio para que muestre su molestia y pena por lo vivido, la muestra de esos sentimientos más adelante será una forma eficiente de establecer un límite con el otro y evitar la ocurrencia de situaciones similares. Ejemplo: ¡Yo también estaría triste si me hubiese pasado eso! ¡También estaría molesto!
  • Al niño que agredió, enseñarle que se puede reaccionar diferente cuando algo sale mal. De esta manera el niño entenderá que existen alternativas de acción y a tolerar mejor la frustración. Ayudar al niño a exponer lo que le pasa con palabras. Si el niño no es capaz de comunicarse con las palabras, podemos hacerlo nosotros por él preguntándole, por ejemplo: ¿estás enojado por no poder usar el juguete que ocupa Pedro? Así le haremos saber que le entendemos y le haremos entender cómo se está sintiendo. Este es un paso fundamental en la educación de las emociones.  También le enseñamos las posibilidades que tiene para conseguir lo que quiere con paciencia y sin usar la fuerza, por ejemplo, con la mediación de un adulto.
  • Los adultos no deben mostrarse ofuscados ni mucho menos gritar. Si actuamos levantando la voz, enojándonos y mostrando nuestra frustración, lo único que conseguiremos es que el niño entienda que la violencia es la forma de reaccionar. Si en ese momento nos es difícil controlarnos, lo mejor será retirarnos unos segundos, respirar hondo, calmarnos y volver con el niño para hablar más tranquilamente con él sobre lo sucedido (esto dependiendo de la edad).
  • Enseñarles a todos los niños a ser pacientes, dada la época de la inmediatez, es importante que en la vida cotidiana los hagamos esperar, iniciar de a poco.

La mayoría de los niños, después de los 4 años, desarrollan el lenguaje (comprensivo y expresivo) y adquieren habilidades de comunicación, de manera que van sustituyendo los golpes, empujones y mordiscos por conductas más reflexivas y comunicativas.  Se amplia el abanico de posibilidades ante un hecho estresante.

En el caso del niño que agredió, se observa la frecuencia de los hechos,  su edad y el contexto de la ocurrencia. En caso necesario se deriva con un especialista como: un terapeuta ocupacional, fonoaudiólogo, psicólogo, neurólogo o psiquiatra según corresponda. Recordemos que mientras antes se aborden estas dificultades mejor es el pronóstico en cuanto a la socialización con pares.

Siempre la comunidad puede colaborar con empatía y comprendiendo la niñez, todos fuimos niños, a veces pegamos y otras veces recibimos golpes, ambas situaciones son parte de crecer.

Cuando estas conductas se den en el jardín se sigue el patrón antes indicado y se adiciona lo siguiente:

  1. Se cita a los padres del niño que manifiesta las conductas desadaptativas
  2. Se indagará intentando buscar el o los factores detrás de las acciones
  3. Se solicitará en caso necesario evaluación de los especialistas relacionados
  4. Se avisará siempre a las familias involucradas de las diversas situaciones que ocurren en el día a día en el jardín de forma fluida y según protocolos.
  5. Se incluirá dentro de la planificación actividades lúdicas (cuentos, láminas, dramatizaciones, entre otros) de que acciones están permitidas en el jardín y cuales no, esto se realiza con todos los grupos, desde los niveles iniciales hasta los medios.
  6. Se asesora de forma permanente al equipo y a las familias para abordar de forma integral y oportuna las diversas situaciones que van ocurriendo.

Sabemos que pasar por estas situaciones no es fácil para las familias, estar en ambos lados de la situación es doloroso. La expectativa de todos los adultos de alguna forma, es una niñez perfecta, sin altos, sin bajos, es decir, sin dificultades. Esto no existe, no es natural. Lo más relevante es que la comunidad en su conjunto vele por acompañar la niñez y estar preparados para abordar de forma eficiente y oportuna todas las dificultades que vayan ocurriendo.

Mg. Ps. Leslie Salgado Viñals

Directora Jardín Infantil Upita y Jardín Infantil Cangurito

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